Hay un momento en el día a día de nuestros hijos que marca un antes y un después, y ese sin duda es el baño. Es mucho más que un hábito de higiene, es todo un ritual que va acompañando el desarrollo de los peques, al principio es meramente higiéncico porque no les suele gustar y poco a poco es mometo de relax y de compartir juegos con mamá o papá y si hay hermanitos mucho más.
Después del baño ya se sabe lo que viene: mimietos, cenita, cuento o canción ¡y a dormir!
Lo priemro que nos preguntamos es ¿dónde bañarlo? Los priemro días se pueden bañar en un barreñito e incluso en el lavabo, pero crecen muy rápido (y patalean que da gusto) y se les queda pequeño en seguida, así que hay que buscar otras opciones. Si se tiene sólo plato de ducha ya ios hablé de la
Biba Bath, si se tiene bañera existen varias opciones, desde la clásica bañerita plegable (que por desgracia se suele quedar pequeña a los tres o cuatro meses), a la bañera rígida que se mete en la bañera de los papás.
Lo que nosotros proponemos es un invento estupendo que dura hasta que el bebé se hace grande y es fácilmente transportable: el
Baby Dam. Es una presa que retiene el agua en la mitad de la bañera donde bañes a tu peque (o la sección que creáis oportuna) y que se puede lelvar a casa de los abuelos porque es ligera y adaptable a casi cualquier bañera.
Al principio, los primeros baños del recién nacido, son más estresantes que otra cosa: caldea el baño o la habitación, entibia el agua para que no esté ni fría ni caliente, desnúdale rápido para que no se enfríe... y normalmente en ese momento se pone a llorar.
Si por casualidad (o porque el peque es así de majete) deja de llorar durante el baño, cosa suele suceder después de unos cuantos días, pero no al principio, no han acabado ahí nuestras angustias: que si no le caiga agua en los ojos, que si no entre agua en los oiditos, que si le laves el pelo pero cuidado con la cabecita, que si le limpies bien los pliegues...
Y entonces ya estás deseando sacarlo del agua y volver a lo de siempre, pero llega el momento crítico: ¿cómo narices me lo monto para sujetar la toalla con una mano mientras con otras dos saco al niño del agua? Si no he sumado mal necesito tres manos, y solo tengo dos.. Menos mal que a alguien se le ocurrió la solución: una toalla-delantal que deja las dos manos perfectamente libres para manejar al bebé y ponerle su capuchita para que no se enfríe. Así no tenemos que recurrir a la clásica de sujetar la toalla con la barbilla, o sacar al nene en volandas y chorreando hasta ponerlo en el cambiador.
Uff, bueno, parece que for fin nos hemos relajado... o no. Me acuerdo los primeros días de mi primer hijo: lo sacabas de la bañera berreando como si el agua tuviera ácido sulfúrico, le envolvías en la toalla como podías (todavía no existía el invento que os he presentado) y se quedaba tranquilo durante aproximadamente 60 segundos, después de esto otra vez a berrear, y yo desesperada. Un día se me ocurrió un expereminto y funcionó: cuando la toalla había absorbido el agua del bebé, le ponía en un arrullo seco y calentito y voilá, se acabaron los llantos post baño.
Y es que es increíble cómo cambian las cosas de una maternidad para otra, mi primera experiencia fue hace ya diez años y se nota, vaya si se nota.
Por ejemplo no se hablaba como ahora de las bondades del masaje infantil. Y es una de las cosas que echo de menos, una de esas cosas que me hubiera gustado disfrutar con mi hijo mayor y que voy descubriendo que existen demasiado tarde para él (claro que también hay otras que sinceramente me gustaban más hace diez años que ahora, pero nos se puede tener todo).
Otro día me dedicaré a hablar de esta práctica, la del masaje para bebés, que afortunadamente cada vez se generaliza más porque no tiene más que ventajas para los padres y por supuesto para el bebé.
Espero que estos accesorios para el baño que os he presentado hoy os faciliten el baño de vuestros retoños y os hagan a todos más felices.